En Chile se insinúa o propone modificar la
Constitución y sus reglas al margen del orden institucional. Los cambios al
régimen tributario son mayores y tendrán efectos relevantes en el mediano
plazo. La discusión sobre mejorar la educación ha devenido en una carrera por
cercenar opciones a la ciudadanía y estatizar más el sistema. Ninguna de las
ideas es nueva sino que tienen un sabor anacrónico de posturas ideológicas
pasadas y probadamente fracasadas. La complacencia del Partido Comunista con el
programa de su pacto es el mejor signo de lo anterior.
El resultado electoral y la forma
en que se implementen las propuestas será determinante para el futuro del país.
Pero casos como el de Venezuela demuestran que el proceso de deterioro aunque
inexorable puede ser lento, especialmente si las condiciones externas son
favorables. El precio del petróleo fue por un tiempo el salvavidas de Chávez.
El contexto externo que
enfrentaríamos tendrá al parecer dos caras. Por una parte la turbulencia
mundial iniciada el 2008 y la pérdida de confianza en el sistema financiero,
estaría llegando a su fin. Ello no quiere decir que no habrá ciclos más o menos
positivos, pero vivir al borde del abismo, como hicimos hasta el 2012,
amenazados por el colapso del Euro, está quedando atrás.
El 2014 será en ese sentido el
primer año de normalidad. No es posible proyectar todavía si regresaremos al
período de auge, que vivimos en la década prevía al 2007 donde el mundo se
expandió sobre el 4% anual y con ello miles de millones salieron de la miseria.
Que este auge sea otra vez posible dependerá de los cambios institucionales que
se están produciendo, especialmente en países líderes como EE.UU, Europa y
China. En todo caso del 2014 podemos esperar un buen año, con una expansión
cercana al 3,5% y donde la mayoría del mundo desarrollado habrá dejado atrás la
recesión.
EE.UU crecerá al 2,5%, de sus
mejores resultados después de 2007. La forma como la nueva conducción de la
Reserva Federal comience a normalizar su política monetaria será clave para ese
país y para el mundo, pero aunque el camino sea largo la tendencia es al
crecimiento y a una menor volatilidad. La inflación se ve contenida y ello
permitirá actuar sin precipitaciones. Hace unos meses comprobamos que ese
proceso generará cambios a nivel global. La insinuación del actual Presidente
del FED que comenzaría el proceso de normalización produjo alzas de tasas y
mayor valor del dólar en muchas latitudes, incluido Chile y deberemos
prepararnos para ello
Europa, tras dos años de
recesión, tendrá un año positivo aunque países como Grecia seguirán afectados.
La inflación contenida ha dado oportunidad al Banco Central Europeo para
continuar su política expansiva y es así como acabamos de ver otra baja de
tasa. A diferencia de EE.UU, Europa tiene pendientes mejoras institucionales
para manejar crisis financieras, pero ello no debiera afectar las proyecciones
en el corto plazo.
Japón, se encamina a un tercer
año de crecimiento y con signos de salir de su proceso deflacionario. Desde
inicios de los noventa Japón no ha encontrado la estabilidad política que le
permita recuperar algo del dinamismo de la postguerra. Más allá de un 2014 de
crecimiento, lo interesante será ver si con un nuevo liderazgo político,
romperá el círculo vicioso de las últimas décadas.
En suma, el mundo desarrollado
estará sincronizadamente en crecimiento. Dentro del mundo en desarrollo China
entrará a su tercer año de 7% a 8% de avance, que la estabiliza bajo sus cifras
históricas del 10%, pero es un éxito si las autoridades recién asumidas lo
logran mantener en el mediano plazo. India y Latinoamérica, especialmente
Brasil, tendrán un desempeño mediocre pero su peso en la economía mundial es
bajo.
En resumen, esta primera
dimensión del contexto externo parece favorable a Chile, que con políticas
adecuadas logró aprovechar en el pasado. Sin embargo hay otra faceta menos
alentadora. Cuando a mediados de los 2000 el mundo se torna turbulento y
nuestras políticas acumulaban deterioros, nos rescató el súper ciclo de los
commodities, en particular del Cobre. Pero el país se acostumbró al mayor
bienestar y los costos internos erosionaron nuestra competitividad. A futuro es
improbable que contemos con una nueva bonanza que catapulte el Cobre aún más
alto. Ello hará que nos debamos esforzar para satisfacer expectativas
crecientes de la población. Un mundo dinámico nos dará la oportunidad, pero de
las elecciones que vienen depende si haremos lo necesario para aprovecharla.
Por el momento y de acuerdo a la mayoría de las propuestas puede ser que no lo
hagamos.
Fuente: Columna del consejero de LyD,
Hernán Büchi, publicada en El Mercurio
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